Historias del Cirque (du Soleil)

Por azares del destino, hace 8 años, estuve trabajando de terapeuta manual con la compañía Cirque du Soleil en su estancia en Barcelona con la obra Corteo.

Además de tener un elenco internacional, la diversidad de sus cuerpos era de lo más variopinto.

 

Por mis manos pasaron desde el liliputiense de 50 años que tenía cuerpo de niño (fibrado), al gigante de más de 2 metros que casi no cabía en la camilla. 

Pero lo que más trabajo me dió fueron los músculos como barras de titanio de la espalda de uno de los acróbatas. 

Aunque las condiciones de vida de los miembros del circo han mejorado mucho, no deja de ser una vida nómada, con sus cosas buenas y otras no tanto.

Una acróbata brasileña me comentaba que había tenido la oportunidad de viajar por todo el mundo haciendo lo que más le gustaba. Aunque se quejaba de que no podía comprar cosas que le gustaban porque toda su vida tenía que caber en dos maletas.

Mientras que una gimnasta polaca, casada con un técnico del circo, me decía que no entendía cómo las personas ‘normales’ podían tener un trabajo fijo y estar toda la vida en el mismo lugar de residencia.

Al estar detrás de bambalinas tuve el privilegio de verlos ensayar y ser testigo de sus habilidades extraordinarias. 

Me sorprendió ver a la malabarista hablar con una compañera mientras ensayaba con 20 aros a la vez dando vueltas en sus brazos y piernas como si fuera lo más natural del mundo.

Ahí me di cuenta de que son artistas en el escenario, pero artesanos aplicados en la sala de ensayo…¡y de que están hechos de otra pasta!

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