Buscamos encontrar equilibrio en nuestras vidas, pero se nos acumulan las responsabilidades y nos cuesta parar el flujo de pensamientos o emociones que tenemos.
Los procesos mentales y emocionales tienen su correlación con procesos corporales. Si mejoramos nuestro equilibrio físico también equilibramos nuestro estado mental y emocional (y viceversa).
Por eso cuando trabajo con una persona que viene agitada, le hago “tomar tierra” con ejercicios de equilibrio.
Pero el equilibrio puro no existe, a lo que podemos aspirar es al “re-equilibrio”.
Porque incluso cuando tenemos la impresión de estar completamente quietos, nuestro cuerpo hace constantes (micro)reajustes para mantenernos equilibrados.
Y es que la única manera de mejorar nuestro equilibrio es perdiéndolo (controladamente) y volviendo a recuperarlo.
El problema es que no nos gusta perder el equilibrio por la sensación de falta de control que implica.
La mala noticia es que este proceso no termina nunca y siempre tendremos esa sensación de descontrol porque cuando mejoramos nuestro (re)equilibrio debemos buscar formas de complicarlo para volver a sacarnos de nuestro centro.
La buena noticia es que si nos hacemos maestros del desequilibrio no tendremos problemas para reaccionar rápidamente si ‘perdemos pie’.
No Perder Pie
Si observamos un parque de juego infantil, veremos que los niños no paran de moverse y probar cosas, retando sus destrezas de equilibrio físico, constantemente. Tropiezan, se caen y se levantan para repetir todo el proceso incansablemente.
A medida que nos hacemos mayores seguimos tropezando y cayendo, aunque ya no nos levantamos tan rápido como cuando éramos niños.
Las caídas pueden tener consecuencias para nuestra salud y nuestro estilo de vida. Y en edades avanzadas pueden llegar a reducir considerablemente la esperanza de vida. No tanto porque sean mortales, como por las secuelas físicas, psicológicas/anímicas o contextuales que pueden provocar.
Por eso la mejor manera de evitar estas secuelas es: ¡no caerse!
Ya sé que parece una verdad de Perogrullo, pero contiene una propuesta válida y efectiva.
Muchas caídas son prevenibles si mejoramos nuestro entorno retirando cosas con las que podríamos tropezar. Y también si tenemos una buena salud física y un (re)equilibrio entrenado.
Con la edad tendemos a exponernos menos a situaciones de desequilibrio (físico/corporal), por eso cuando tropezamos y perdemos pie nuestro cuerpo no sabe cómo reaccionar.
Pero siempre podemos recuperar la conexión con nuestra capacidad de equilibrio innata con un poco de práctica.
BONUS
– Busca situaciones de desequilibrio (graduales) para mejorar tu (re)equilibrio.
– Practícalo cotidianamente: evita agarrar el pasamanos cuando subes o bajas escaleras, mantén el equilibrio en una pierna, juega en una superficie inestable, etc.