El ser humano es capaz de actos de generosidad desinteresada, incluso por encima de su propio bienestar, pero también de cometer atrocidades indecibles.
Un policía dedicado a investigar sobre redes de pornografía infantil confesaba que lo más duro de su trabajo no eran las terribles vejaciones a las que eran sometidos los niños en algunas de las imágenes y vídeos que descubrían. Lo peor eran los “ojos muertos” de esos niños que habían quedado traumatizados por actos inhumanos y desalmados.
Tiene que ser un sufrimiento insoportable la experiencia de esos niños que en edad de jugar y descubrir el mundo, reciben malos tratos y abusos por parte de los adultos que deberían cuidarlos y amarlos.
Por eso sus ojos ‘mueren’; han perdido toda esperanza de que este mundo tenga algo más que ofrecerles que dolor y sufrimiento, porque eso es todo lo que ven. Y prefieren no ver.
Para el músico y director de orquesta Benjamin Zander la medida del éxito en la vida es la cantidad de ojos que hacemos brillar en las personas que nos rodean. Y esto lo conseguimos despertando las posibilidades ocultas en las personas con las que interaccionamos.
En el contraste entre los ojos muertos y los ojos brillantes está la esencia de nuestra humanidad, porque podemos ser los causantes de ambos.
Y nuestra responsabilidad de SER humanos es no permitir los primeros y hacer proliferar los segundos. Contribuyendo así a elevar el ‘estado de humanidad de la humanidad’ con actos redentores de los sufrimientos inmerecidos y las injusticias que hay en el mundo.