No es casual que en cuanto llegan al poder todos los sistemas totalitarios instauran un lenguaje del régimen y prohíben determinados términos considerándolos contrarios a la causa.
Lo hacen porque saben que así limitan el pensamiento y eliminan las ideas que puedan resultar subversivas para sus intereses.
Pero como sociedad nos falta conciencia de los efectos que el lenguaje tiene sobre nosotros y de la verdadera importancia de las palabras que empleamos.
Usamos el lenguaje para estructurar nuestro pensamiento, por lo que si reducimos nuestro vocabulario también limitamos nuestra capacidad de pensar.
Y no para recrearnos en meditaciones filosóficas profundas, sino para la vida práctica y cotidiana, para ejercer nuestra autonomía personal.
Hoy en día estamos bajo una presión constante por simplificar o infantilizar el uso que hacemos del lenguaje, lo que acaba ‘atontandonos’. Y lo peor es que ni siquiera somos conscientes de ello.
Recuperar el gusto por la riqueza y variedad de vocabulario no es signo de soberbia o engreimiento, sino de apertura a nuevas posibilidades de expresión, comunicación y pensamiento.
El lenguaje (y las palabras que empleamos) es una de las vías más importantes de expresión personal. Por eso no te pongas límites, ¡expándete!
BONUS
– Proponte emplear en tus conversaciones cotidianas palabras que no usas habitualmente.
– Aplica la “regla de 3”: si usas una palabra en tres conversaciones diferentes la habrás integrado a tu vocabulario.