Durante mis años de formador de profesores, y a pesar de mis recomendaciones, mis alumnos buscaban escabullirse de pagar el peaje de la práctica y saltarse la curva de aprendizaje, sin darse cuenta de que así estaban retrasando lo inevitable.
Buscamos atajos, vías rápidas, acortar plazos y saltarnos etapas, pero paradójicamente, todo lo realmente bueno que conseguimos y nos da verdadera satisfacción necesita su tiempo y suele venir después de innumerables ensayos, pruebas, errores y aciertos.
Un aspirante a piloto necesita cumplir un número de horas de vuelo para obtener el título. Así se expone a situaciones reales en las que irá adquiriendo hábitos, reflejos y habilidades que le ayudarán a realizar su trabajo.
Aunque parezca un proceso obvio, muchas veces he sido culpable de querer ‘hackear’ mi camino hacia el dominio de una habilidad y ahorrarme el trabajo y la dedicación requeridas para alcanzar las destrezas que me interesaban.
Mirando atrás veo que era una estrategia equivocada porque esos atajos me hicieron dar rodeos que solo sirvieron para aplazar lo inevitable: hacer lo que tocaba.
Así que la manera más efectiva de ahorrarnos tiempo es buscar formas de acumular esas horas de vuelo cuanto antes. Analizar los resultados y modificar lo que haga falta para que esa práctica sea más provechosa.