A veces veo a personas muertas caminando.
No, no hablo de zombis.
O por lo menos no de la imagen que todos tenemos en la cabeza.
Hablo de otro espécimen más peligroso por desconocimiento y por pasar desapercibido en plena luz del día.
‘Personas muertas caminando’ porque sus vidas, en concreto sus trabajos y sus agendas saturadas, hacen más y más demandas sobre ellos hasta que empiezan a romperse (física, mental, emocionalmente) y acaban pareciendo almas en pena.
Personas que en teoría tienen capacidad de recuperarse y repararse, pero se sienten culpables por dedicar tiempo a cuidarse a sí mismas.
La mayoría quieren cuidarse mejor, dar un giro al camino que llevan, y no lo hacen porque piensan que todo se les vendría encima si se detienen.
El psicólogo de rendimiento y cofundador del Human Performance Institute, Jim Loehr, ha encontrado que hay un 18% de personas que se encuentran “tóxicamente desconcentradas” y que tienen todas las categorías de su vida empobrecidas.
Nunca se sienten descansados, sus emociones están embotadas y no creen tener los recursos necesarios para salir de esa situación porque les falta visión y propósito.
Lo que les lleva a sentir mucha rabia y frustración contenidas, aunque a veces explotan incontrolablemente.
Por el contrario solo hay un 4% de personas totalmente presentes y concentradas, con un estado positivo y equilibrado física, mental, emocional y espiritualmente.
Lo que diferencia a estos dos grupos es cómo gestionan la energía en el día a día y el tener (o no) un profundo sentido de propósito que proporciona rumbo y dirección a la vida.
RINCÓN DEL COACH
– ¿Y tú de qué tipo eres?