Las relaciones de pareja han evolucionado en los últimos años bajo la influencia (y la presión) de las imágenes que recibimos de los medios de comunicación y las redes sociales.
En esas escenas idílicas y retocadas, todo el mundo se ve feliz. Todo-el-tiempo. Y cuando valoramos nuestra propia relación en base a esos baremos (imposibles) nunca parecemos estar a la altura.
Porque en la vida real hay obligaciones, agendas y rutinas que provocan roces y tiranteces y no todo es color de rosa, todo el tiempo.
Resulta que las relaciones funcionan como entes vivos, en constante movimiento y transición. Por eso Esther Perel, psicoterapeuta experta en relaciones de pareja, explica que es normal pasar por momentos de conexión, desconexión y reconexión, aunque nos cueste verlo cuando estamos inmersos en esos procesos.
Y caemos en el error de pensar que cuando estamos en un buen momento “ya hemos llegado”, que el trabajo ya está hecho y ahora que la relación está encaminada ya podemos poner el piloto automático y centrarnos en otras cosas.
Cuando sabemos por experiencias previas que no será así, que las relaciones SIEMPRE son un ‘work in progress’, un forcejeo de crecimiento personal compartido, con subidas y bajadas, con desafíos y logros, como la vida misma.
Porque es en la relación con otra persona donde aprendemos quiénes somos y cómo somos. Y también quién y cómo podemos llegar a ser.