De pequeño soñaba con ser el protagonista heroico de una vida épica.
Me imaginaba luchando contra las injusticias y me peleaba con los malvados para rescatar a la princesa prisionera.
Pero con el tiempo me di cuenta de que mi misión era otra: no había nacido para ser el héroe, sino el maestro que el héroe necesita para guiarlo a realizar su misión.
Al principio me costó renunciar a ser el protagonista de mis sueños infantiles, pero he asumido que he nacido para enseñar y guiar a otros en su camino.
Porque desde siempre he tenido vocación de maestro, aunque me llevara un poco (¡bastante!) darme cuenta. Y para mí es natural ver el potencial oculto que hay en las personas y revelarles cosas que desconocían de sí mismas.
En una entrevista el jugador de baloncesto de la NBA Ricky Rubio comentaba que a él le gusta más dar una asistencia que meter una canasta, porque con la asistencia se alegran dos: el que da la asistencia y el que mete la canasta.
A mí también me pasa eso enseñando: es una satisfacción compartida porque se alegra el alumno y el maestro.
Por eso me dedico a mejorar la calidad y la experiencia de vida de las personas ayudándoles a descubrir su versión más genuina e inspirada y guiándoles a realizar la historia de grandeza que llevan dentro.
Algo que tiene un efecto positivo en su salud mental, física, emocional y en sus relaciones con otras personas.