Al principio, nuestros sueños y ambiciones nos intimidan y nos parecen gigantescas montañas que debemos escalar. Pero una vez realizados, se nos quedan pequeños y dejan de motivarnos porque ya no suponen un reto para nosotros.
Es por eso que debemos buscar nuevos alicientes y renovar nuestras aspiraciones, para que nos empujen a seguir sacando lo mejor de nosotros mismos.
Porque los sueños se parecen mucho a la zanahoria que se pone delante del burro para que camine: con cada paso que el burro da, se aleja otro paso de ella.
Los seres humanos también mantenemos la equidistancia con nuestros sueños porque con cada paso que damos para realizarlos, nos cambiamos a nosotros mismos y a las condiciones que lo rodean.
Y con las nuevas circunstancias reajustamos nuestras aspiraciones y objetivos.
La dimensión de nuestras metas es totalmente subjetiva y diferente para cada persona; lo que para uno puede ser algo enorme e inalcanzable, para otra es algo habitual o casi insignificante.
Lo más curioso es que somos nosotros mismos quienes determinamos la dimensión y envergadura de nuestros sueños. Sin reparar en que son categorías arbitrarias que podemos modificar usando nuestra imaginación.
RINCÓN DEL COACH
– Si sientes que el peso y la responsabilidad de tus sueños te atrapa, sueña con algo más grande y lo que querías se convertirá en algo pequeño y asequible a la luz del nuevo sueño.
– Si lo que sueñas no te motiva lo suficiente, transfórmalo haciendo más grandes tus aspiraciones hasta que encuentres la dimensión necesaria para impulsarte.